Me contó un amigo mío, no hace mucho, que dejar una relación no es sólo romper una pareja… Que es dejar atrás muchas más cosas. Y que casi todas duelen… Y mucho…
Este amigo mío, casi siempre con una sonrisa y un comentario amigable en la boca, llevaba unos días con un semblante bastante triste o cuando menos, bastante ‘apagado’ y como un servidor (para bien o para mal, nunca se sabe) tiene cierto olfato para intuir los estados anímicos del prójimo sin necesidad de que estos se hayan postulado antes, le emplacé a tomar unas cervezas después de nuestra clase de spinning.
Y allí, relajados después de una sudada redentora, entre sonrisas cómplices, la espuma de unas pintas frescas, y puestas a su disposición un

par de orejas bien abiertas, como las que él necesitaba, mi querido compadre, se explayó. De par en par y a corazón abierto. Como uno habla con los amigos. En carne viva. Confirmando, de paso, todas mis sospechas.
Después de una relación de pareja y convivencia de años- me contó- se acababa de separar, y ahora estaba recogiendo sus cosas y trasladándose. En plena mudanza de objetos personales y de emociones. Con el corazón de mudanza, como dice Tontxu en su canción. Buscando un sitio donde reiniciar su vida. Buscando un sitio donde hacer borrón y cuenta nueva. Buscando su sitio…
– Tengo toda mi vida (o casi toda) metida en cajas de cartón, tío. Un cambio duro. De esas cosas que son capaces de tumbar hasta al más fuerte. Así que sí, compadre- me dijo con una mirada cálida– llevo unos días algo jodido, sí. Pero no solo por el hecho de la propia ruptura en sí. Todo tiene un principio y tiene un final. No es eso lo que me tiene más roto por dentro, tío. No es eso lo más duro…
Y siguió contándome… Casi como vomitando las palabras. Cada vez notándole más liviano. Cada vez con la voz menos quebrada y con la mirada menos perdida. Como librándose de un peso que hubiera estado atenazándole y asfixiándole hasta poder dar salida a la madeja de sus adentros…
– Cuando una relación de pareja se rompe- prosiguió- se rompen muchas más cosas con ella…Y mucho más importantes y profundas

incluso…No se pierde solo a una mujer. En el mismo lote pierdes a la persona que, probablemente, mejor te conoce en el mundo, con todas tus luces y todas tus sombras. Pierdes a tu mejor amiga. Y pierdes , sobre todo, a una persona a la que quieres. A la que quieres mucho. Aunque ya no sea bajo ese epígrafe denominado amor romántico, pero bajo otro mucho más profundo, racional y duradero que ese: el del cariño; el de la amistad; el del amor…Aunque ya no sea, el de Neruda… El de las mayúsculas… Pero no por ello con menor valor. Triste. Muy triste. Y duro. Muy duro… Y a pesar de los pesares, y aunque a uno le gustaría tirar de freno de mano y detener un instante esta rueda inclemente de la existencia, uno no puede ni debe parar… Porque (y esto también me lo dijo un amigo) en la vida, como en una bicicleta, pararse significa perder el equilibrio…
Así que esos son los daños colaterales con los que toca bregar. Y ese es también el poso de profunda pena con el que toca lidiar. Va en el lote. Nos guste o no. Y quedará en el alma hasta que, si el tiempo es capaz de curar lo que tenga que curar, todo vuelva a su cauce… Porque sí. Porque ahora no puede ser de otra forma.
Y a veces no basta solo con quererse… –
Apuró el último sorbo de su cerveza, me dirigió una fugaz mirada y luego la desvió al horizonte, dejándola clavada allí…Por un momento me pareció ver que alguna lágrima quería asomarse a sus ojos…

Una relación no es sólo romper una pareja… Es dejar atrás muchas más cosas. Y casi todas duelen… Y mucho. O eso me han contado…