(viene de Cap. 5…) El día siguiente a aquellas elecciones europeas del 25M lo recuerdo como una auténtica locura. Mi día de oficina, recién contratado, y decenas de medios quemándome el móvil. De curiosidad. De saber. De quiénes. De cómo ha podido ser. De ‘de dónde habéis salido’…
Mis compañeras de trabajo me echaron un capote. Y no sé si porque estaban, como ciudadanas, igual de pletóricas con el resultado o por mi vehemencia al

narrárselo todo, pero fuere por lo que fuere, hicieron vista gorda y me dieron ‘cancha’. (Gracias, Eli y Amagoia) Ese día y los siguientes. Para atender a televisiones, radios, prensa… A todos los que hasta ese momento nos habían obviado y ninguneado. Querían declaraciones. Querían nombres. Intenciones. Objetivos.
Mi labor consistió aquellos días en ir anotando sus datos y peticiones como buenamente se podía y derivarlas a mis compañeros candidatos y portavoces que se multiplicaron como superhéroes y heroínas para poder llegar a todo. Porque ojo. En este sueño y esta pelea no había ni dedicación exclusiva, ni expertos en ‘revoluciones’, ni sueldos… Todo se estaba construyendo, como la Historia, sobre la marcha. Y con la mejor de las sonrisas y voluntades. Cada cual robando, como todos aquí, horas a sus empleos y estudios. A sus familias, parejas y amigos. Para seguir empujando. Para seguir clamando. Para seguir denunciando. Para que se siguiera escuchando por fin nuestro mensaje. Porque si algo supusieron las elecciones europeas del 25M entre otras cosas fue la posibilidad de poder llegar a la gente. De multiplicar nuestros altavoces. De tener hueco. El que no se nos había querido dar hasta entonces. Por fin era nuestro. Por fin de la gente. Y a disposición de la gente.
Poco después el poder económico, invadido ya por el miedo y reaccionando como esperábamos, puso en marcha su armamento pesado y su maquinaria mediática. A todo gas. “Ilusos, idealistas, frikis, perroflautas…» E incluso terroristas nos han llamado. Una y otra vez. Todo sobre el guión previsto. Todo de manual. Sus miserias y malas praxis, son nuestras fortalezas. Craso error. Cayeron en su propia trampa. La publicidad aunque mala sigue siendo publicidad. De primero de carrera.
Nos desacreditaron y pusieron en duda. Y lo siguen haciendo. Muchas veces con mala fe. Está en juego el poder. Y los ‘cortijos’. Pero ya todo había

cambiado. Las democracias déspotas de hacer y deshacer ‘sin el pueblo’ , estaban extinguiéndose. Solo que ellos aún no lo sabían. (…Sigue en Capítulo 7)