DIARIO DE UN BECARIO TREINTAÑERO EN EL CORREO

Dicen que en la vida se aprende a base de hostias. Y  yo me llevé las primeras directas al mentón nada más empezar en EL CORREO. En el periódico referencia de Euskadi. El más vendido. 103 años de historia y una redacción con los cristales blindados y detector de meta-

Sin mordazas

les en la entrada. Simplemente porque eligió no renunciar a su legítimo derecho a la libertad de pensamiento y de expresión en tiempos en los que los atentados, los asesinatos y los secuestros eran nuestro podrido pan de cada día. Hablar de todo esto puede parecer ciencia ficción. O literatura. Ojalá. Desgraciadamente no es así. Todo esto no aconteció hace un siglo sino antes de ayer. De justicia es no olvidarlo. Ni ahora ni nunca. Una cabecera que yo personalmente, como lector, como ciudadano vasco y como periodista en ciernes, ya admiraba en aspectos como ese. Al diario y a quienes en él ejercían. Sin peloteos de postal. Ya no hacen falta. Pero le echaron un par de ovarios y de huevos cuando tocó. Al César lo que es del César. Dicho lo cual, e independientemente de todo esto, a lo que iba. Que EL CORREO es también el medio de comunicación donde yo he aprendido este verano a base de hostias. (que lo cortés no quita lo valiente).

Lo cierto es que uno no llegaba en el mejor momento personal a esta su primerísima incursión en la redacción de un periódico.  Así que, sobre todo los primeros días, tuve que tragarme el caos que reinaba en mi vida, mi mudanza, mi búsqueda de algún sitio en el que caerme muerto y el proceso (muy jodido) de ruptura con mi pareja y mi pasado, y tirar millas. Poniéndole al mal tiempo buena cara. O al menos la mejor posible.  Hoy, a toro pasado, puedo decir que hubo un momento en que no me vi lo suficientemente centrado como para a estar a la altura del reto.  De hecho, (y esto lo saben el cuello de mi camisa y yo) tuve redactado mi correo de renuncia al puesto. Con su asunto, sus destinatarios y con todos sus sacramentos. A un tris de cruzar ese punto de no retorno que habría supuesto pulsar la tecla “enviar”. A punto de firmar mi rendición. Total…  Un solo “click” y cada uno por su lado. Mi asignatura de cuarto estaba de sobra convalidada con mis meses en la radio. Sin necesidad de comerme todo este verano “becaril”. Pero no.  Incluso renunciando esos tres meses al ingreso del Inem con el que uno paga la hipoteca y las facturas. A nuestro querido Wert se le cruzó el cable y lo declaró incompatible con el contrato de estudiante en prácticas. Una soberana jodienda. Pero esto era lo que yo llevaba soñando desde que era un crío.  Así que cerré el portátil, allí en mi  hogar provisional de Laredo, lleno de cajas de cartón y de soledad reciente, y decidí no perder la oportunidad. Morir si hace falta, pero morir matando. Dando el callo. Porque no me habría perdonado esa espantada ni en veinte vidas.

Con humor…

En mi caso no fue fácil ponerse el buzo de becario, lo reconozco. Para bien o para mal yo no soy el prototipo de yogurín universitario de veinte años recién caído del guindo (o aún sin caer) y a mis treinta y cinco tacos hubo adaptaciones que no fueron fáciles. El mayor de los retos fue realizar un tipo de tareas diarias estáticas y muy alejadas de lo que podíamos presuponer antes de comenzar. Algo que yo no había vivido en mis quince años de vida laboral. Porque uno espera y desea que le saquen chispas al amigo becario mandándole a cubrir ruedas de prensa, eventos, sucesos y todo tipo de marrones callejeros. Aunque fueran de madrugada. Periodismo en la rue. Y escribir unas líneas.  Aunque fuera con cuentagotas y aunque luego no nos dejaran firmar ni el ticket de la Visa. Pero algo de acción, ya me entienden. Periodismo de realidad y de aceras.

Pero no. O al menos en mi caso. Porque yo caí, por suerte o por desgracia (nunca se sabe) y sin querer minusvalorarla en absoluto,  en la sección de OPINIÓN. La más antagónica a todo eso que yo (y supongo que mis compañeros becarios en general) había imaginado. El núcleo duro de un periódico, sí. Los artículos de las firmas más relevantes. Las viñetas de los humoristas gráficos con más solera. La voz soberana de los lectores en las cartas al director. Y los editoriales, sí. La voz en primera persona del periódico sobre los temas de mayor trascendencia social. La opinión de la cabecera más vendida en Euskadi.  Pero también, por otra parte, la sección en la que los redactores no escriben apenas una línea de producción propia. (excepto esos personajes del día en primer plano o “caretos” a los que tanto cariño cogí por permitirme el disfrute de escribir aunque fuera en versión haiku)

Entrañables ‘caretos’

Opinión. La sección en la que ni se hacen entrevistas, ni se acude a cubrir ninguna rueda de prensa. Periodismo de maquetación y de corrección de ortografía y estilo. Un trabajo necesario e importantísimo, pero jornada completa de puro periodismo de silla y pantalla. De culo pegado a la oficina. Una hostia directa al mentón de las que a gente como yo, (apoquine cada cual con sus defectos) le dejan noqueado. Acostumbrado en mi vida laboral y personal al cuerpo a cuerpo, al meollo, al aire y a las aceras. Con lo bueno y con lo malo. Pero calle. Acción.

Y aunque mi nervio ha sufrido por momento cual bellaco, al final la experiencia ha supuesto un máster express en las materias más jodidas y provechosas para mí. Paciencia y quietud. Paciencia y quietud. Paciencia y quietud.  Sólo cabía encajar con gallardía o tirar la toalla. Os juro que las primeras semanas me las pasé de verdad, pensando si aquello había sido un premio o un castigo.  Ahora lo agradezco. Ha sido una lección impagable. En muchos sentidos.

Quienes nos metemos en este  lío, somos plenamente conscientes de lo reventado que está el gremio. Aquí no abunda ni el trabajo ni la pasta.  Y aun así continuamos en esto. Ni porque nos vaya el rollo sado, ni porque seamos unos ilusos, ni porque se nos haya ido la pinza. O quizás sí. Y ese algo irracional que seguimos llamado vocación no sea sino una mezcla de todo lo anterior.

Así que apoquinando que es gerundio. Y como la montaña no iba a Mahoma, Mahoma fue a la montaña. Y como un servidor es un tipo

Periodismo con función social 😉

obediente, recordé cierta frase de las entrevistas de trabajo, y decidí echarle algo de jeta, (fundamental en este tinglado, como en la vida ) y a buscarme las habas intentado colar unas líneas en el digital para equilibrar mi balanza mental y para que las comas, las mayúsculas y las tildes no acabaran con mi nervio y mi autoestima. Al fin y al cabo eso es con lo que uno se siente más vivo. Mejor o peor. Pero escribiendo.

Y así fueron pasando los días: unos pocos artículos para ocio o para sociedad sobre temas variopintos, un reportaje de producción propia… Y mis tareas encomendadas en opinión.  Hasta que el 31 de Agosto del verano más diferente e intenso de mi vida, se presentó sin avisar. Justo cuando estaba empezando a saborearlo… Y casi hasta a acostumbrarme a los callos en las nalgas. Casi. He dicho casi…  😉  Con todo y con ello, benditas hostias periodísticas veraniegas. ¡Todo lo que me han enseñado!

 

PD1 – Me parece recordar a algún redactor veterano comentar en una comida que le daba la sensación de que las nuevas generaciones les

Daily Planet

mirábamos con pena o condescendencia. Como si fueran dinosaurios a punto de extinguirse. Yo debo ser un ingenuo. Porque yo os veía más bien como una especie de super héroes. (alguna fijación infantil). Todos esos Clark Kent o Lois Lane que uno siempre soñaba llegar a ser.  Idealizaba el periodismo y a los periodistas. Ahora, después de vista la cocina por dentro, ya no os idealizo. Ahora directamente os admiro. Por vuestra labor, vuestra dedicación y vuestros horarios,  soy consciente de lo mucho que sacrificáis de familia, amigos y de vida personal.  Se llama compromiso.  Me quito el sombrero.

PD 2- La mejor lección, la master class que ha supuesto escuchar y aprender de gente como la que he tenido alrededor.  Gente con el culo pelado en este gremio  y de quienes lo mejor que puedes hacer es tomar nota y aprender. Y que capearon con mucha mano izquierda las cagadas de principiante. Gracias por la acogida y la comprensión.

PD3 – Esta ya es otra historia…Y otro debate… Pero no sé lo qué diría el gran Kapuscinski  sobre la deriva del periodismo actual. Con tanta tecnología restando tiempo a los redactores del contacto con la calle; con las miradas; con los gestos; con la realidad…

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