Hay momentos en que uno, sea por el motivo que fuere, regresa por un instante a su pasado. A esos momentos vividos tiempo atrás. Con la viveza y la intensidad de lo que un día fueron; como si uno pudiera estar viviéndolos de nuevo. Y sintiendo todas aquellas emociones que una vez fueron…
A veces el desencadenante puede ser sencillamente una canción, quizás un “Me muero por besarte” de La Quinta Estación, o un “La chica de ayer” de Nacha Pop o un “Ojos de gata” versión de Los Secretos maestro Joaquín Sabina, o un “Canción de despedida” de Los Lunes, por ejemplo, las que logren abstraerte por unos instantes de tu pequeña realidad espaciotemporal cotidiana y transportarte en ese viaje mágico y caprichoso de la memoria, a otro tiempos, casi siempre recordados como mejores o como únicos; como inolvidables…
Otras veces, puede ser un aroma; como ese penetrante y placentero del

asfalto del verano de la niñez; recién mojado de primeras gotas de lluvia…De nubes de tormenta junto a los acantilados…De otros tiempos pretéritos e irrepetibles…
Y otras veces, como es mi caso, puede ser un encuentro con alguna persona especial con la que uno compartió muchos años de su vida. Me ocurrió el otro día. De improviso. Yendo a hacer unas gestiones del trabajo. A toda prisa por la vida; como suele ser habitual en el gremio comercial; en los negocios; en estos tiempos caóticos que vivimos…Y de repente surge ese encuentro. Inesperado. Natural. Fugaz. Bonito…
Una mirada y una sonrisa franca, dos besos de cortesía dados con cariño y aprecio verdaderos; un breve intercambio de palabras; un qué tal te va la vida, un me alegro de que todo bien, un hasta pronto; un cuídate mucho dicho desde lo más profundo y sincero del alma. Un abrazo… Un adiós…
Y entonces uno emprende el paso de nuevo en dirección opuesta, de regreso

a sus tareas y al destino que se ha ido forjando como buenamente ha sabido o podido en la vida, a su rutina…Pero ya no se va de la misma manera. Porque algo ha regresado de pronto para recordarle todo aquello que una vez fue… Y todo aquello que una vez pudo ser pero que no fue…Como ese aroma del asfalto recién mojado de la adolescencia… Pensando en todo lo vivido, aprendido y compartido durante ese pedacito de viaje juntos. Durante ese trocito de vida, saboreado en común… Con una extraña mezcla de nostalgia y pena por saberse uno también caduco. Por saberse perecedero como el tiempo que solo conoce de ir hacia delante y de nunca pararse. De nunca volver atrás…Avanzando de la única manera que sabe. Restando minutos a nuestro reloj…A nuestras vidas…Nos guste o no… Con la única salvedad de ese rinconcito nuestro por derecho llamado memoria; en ese y solo en ese reducto inconquistable y maravilloso que es el recuerdo, es donde somos nosotros quienes ganamos la batalla al tiempo. De ahí lo importante de un patrimonio que estoy seguro pervive incluso más allá de la muerte. Mucho más allá…
Y entonces uno no puede sino esbozar una sonrisa de satisfacción. De alegría

de estar vivo. De saber que a esas personas especiales cuyas vidas formaron parte un día de la suya, les va todo bien y que continúan su camino sin mayores contratiempos. Porque su felicidad es también la de uno. Por todo lo que un día fue y lo que eso nos dejó de sabiduría emocional y de experiencias a ambos. Y de ese poso impagable llamado cariño y recuerdos… Y porque todo lo que somos hoy es una suma de todo lo que fuimos ayer.
Existen pocas cosas más bonitas y gratificantes en la vida que poder mirarse a los ojos, tras los años, sin dobleces, y con esa complicidad del que se quiere y se aprecia. Y del que sabe que un día fue la mitad del otro. Con todo lo que ello implicaba. Y de agradecerse lo vivido y esto que somos hoy. Y de seguir creciendo, aunque ya no en líneas convergentes, sí en paralelo y conectados por una especie de hilito de afecto y de amistad invisible pero eterno. De un quererse de distinta forma. De un saberse un día, la mitad del otro…
Os deseo a esas pocas personas, y tú eres una de ellas, toda la salud, la felicidad y la plenitud del mundo. Por lo que un día fue. Y también por todo aquello que no pudo ser…
Larga, larguísima vida y buenos vientos. Siempre.
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