CRÓNICA DE UN INFILTRADO EN EL 25S- OCUPA EL CONGRESO

Martes 25 de Septiembre. 12:00 am. Comenzamos a llegar con cuentagotas a Madrid, procedentes de toda España, los golpistas y neonazis que vaticinaba la descerebrada e infame Dolores de Cospedal. Como podemos. Unos en coches particulares, otros en autobuses de línea y algunos en autocares organizados ex profeso (estos últimos con problemas para llegar por registros y parones por parte de las fuerzas de seguridad) Todos extremadamente peligrosos. Todos armados hasta los dientes. Todos empuñando un arsenal poderoso y letal. Variopinto eso sí. Silbatos de colores, tuppers de plástico, pancartas de cartulina y libros de poesía. Sin olvidarme del más letal e invencible de todos ellos: LA RAZÓN; la inteligencia; las convicciones.  Tejero era un mísero principiante a nuestro lado. Si hay una forma de tomar el Congreso no es con una metralleta, por la fuerza y a tiro limpio. Sino con algo mucho más peligroso…EL SENTIDO COMÚN. Señora De Cospedal. Nos subestima…

Quienes veníamos de la zona norte, arribamos a Plaza España, lindante con

Plaza España
Plaza España

Gran Vía, donde esperaban ya para entonces el doble de periodistas y de policía, que de manifestantes. La estampa recordaba a un Madrid en estado de sitio. Emoción, nervios, ganas de empezar a saber. A dónde, cómo, por dónde, cuántos. Algunas declaraciones a prensa y ganas. Muchas ganas. Gente y más gente llegando. Gargantas y más gargantas. El vello erizado. Y ganas. Más ganas…

En una mano, la pistola con la que asaltar la parte proporcional que me toca de Congreso, mi libro de Blas de Otero. “Hojas de Madrid con la galerna”. Nada es porque sí. Mi conciudadano bilbaino, fue un poeta comprometido contra la dictadura que pedía justicia. Desde la paz y la palabra. Nosotros también. Y además en Madrid amenazaba ese día también galerna. En el cielo y en las calles. Nada es porque sí… En la otra mano la pancarta hecha la madrugada anterior. “Soy peligroso, tengo un arma: la razón” (gracias, Raquel; par mío…)

Gran Vía.
Gran Vía.

Y así partimos al atardecer, unos por Gran Vía dirección Plaza del Sol; otros, los que venían del sur de la península, desde Atocha para seguido confluir todos juntos en plaza Neptuno, el punto más cercano al Congreso al que permitía llegar el impresionante y creedme que muy acojonante, cordón policial de 1.500 efectivos antidisturbios (dicen las malas lenguas que solo se recuerda un despliegue similar durante el intento de golpe de Estado del 23F, de nuestra hermanita de la caridad Tejero…Que como decía antes no tenía ni puta idea…A quién se le ocurre entrar con un arma, teniendo El Quijote para darles en la cabeza…)

Una marcha multicolor, de gentes de toda edad, procedencia, sexo y color. Llenando Gran Vía entera. Que nadie os engañe. Hasta la bandera. Kilowatios y kilowatios de energía, rabia y disconformidad hasta entonces dispersas, catalizados por fin en un solo punto. Solo la unión hace la fuerza. Y pancartas, y megáfonos, y canciones coreadas al unísono y al viento. Alto y claro: “Lo llaman democracia y no lo es”; “al banco los millones; al pueblo los recortes”, “policía; únete”.Y gente joven. Y estudiantes. Muchos estudiantes. Futuro. Mucho Futuro. Esperanza. Mucha esperanza. Gracias a Dios.

Todo ello escoltados y acordonados en todo momento por una hilera de furgonetas a nuestro lado con agentes dentro y a pie. Descomunal. Escudos y cascos. Porras y escopetas contra libros y silbatos. Encajonados. Encorsetados. Encerrados. Allí podía haber pasado cualquier cosa. Como lo que finalmente pasó. El Gobierno demostraba tener aún más miedo que nosotros. Miedo atroz. Miedo a la voluntad del pueblo. Miedo a lo que no

Despliegue
Despliegue

quiere ver ni escuchar. Miedo a quienes exigimos que se gobierne para las personas y no para los poderes económicos. Que denunciamos que este modelo vetusto y obsoleto de democracia ha fracasado y se ha sometido a los agentes mercantiles. Y que se han olvidado del pueblo. O aún peor; que se lo está haciendo pagar a él. A nosotros. A todos. A los que estábamos en Neptuno y a los que no. La quiebra de la banca (surrealista cuando antes escuchábamos todos los años que tenían beneficios billonarios) la estamos pagando la ciudadanía. Con lo que es de fuerza mayor y de urgencia máxima revisar un modelo democrático que permite y alienta todo esto y cambiarlo de raíz. Entre todos. Con serenidad y madurez; desde la fraternidad y no desde la confrontación; contando con la opinión de los ciudadanos y con la experiencia acumulada en estos 35 años de democracia. Ya sabemos lo que falla y lo que no. Y la nueva Carta Magna debería recoger absolutamente todo ese aire fresco y ese aprendizaje fruto de la evolución y de los nuevos tiempos.

Miedo. Tienen miedo. Tanto que creo que el martes, si por ellos hubiera sido, habrían sacado los tanques a la calle. Menos mal que tenemos tuppers…

Llegada Neptuno
Llegada Neptuno

Una vez en la plaza Neptuno, a escasos metros del Congreso,  y mientras los ministros entraban y salían, ya sabéis todos lo que pasó. Los medios gráficos y nuestras cámaras lo recogieron casi todo afortunadamente. Las cargas potentes de las 21:15h nos pillaron de pleno. Un amigo y un servidor, estábamos a escasos metros del vallado y del cordón policial y a su vez al lado de los grupos que comenzaron los disturbios. No eran más de veinte. Organizados y con el rostro cubierto. Pero a esos tampoco los queremos. La violencia, venga de un lado o del otro de la valla es intolerable y prescindible. Aunque haya mucha gente a punto de llegar al límite y muchos estén en situaciones extremas.

Avalancha. Gritos. Pánico. Estampida. Gente desconcertada corriendo sin saber a dónde. Caos, miedo, locura, detonaciones de pelotas de goma y sonido de vallas metálicas cayendo, porrazos, lanzamiento de botellas (de los mismos energúmenos). Frustración, rabia. Pero ninguno nos fuimos. Intentábamos buscar un lugar fuera del radio de riesgo y corríamos de un lado a otro buscando a los nuestros. Imposible. Para entonces ya todo era una locura de gente corriendo en todas direcciones y móviles que no funcionaban.   Y en medio del caos un rayo de luz. Tres personas que se

¿Violencia de quién?
¿Violencia de quién?

arrodillan en medio de ese asfalto desierto en que se había convertido Neptuno mientras un grupo de docena de antidisturbios corre en brutal estampida hacia ellos. No se amilanan. Alzan sus manos abiertas al cielo; limpias; inofensivas… Enfrentándose a la violencia de las porras y las patadas. Desafiándola. Con entereza y con plena convicción en su bello desplante. Mirando de frente a la sinrazón. Directamente a los ojos. Y venciéndola. Y parándoles. Y generando a su alrededor una especia de energía que, como si de un escudo protector se tratara, frena radicalmente al grupo policial y lo detiene. Petrificado. Como si se estuvieran dando cuenta por unos instantes del sin sentido atroz que les estaba cegando. De la locura.

Y luego muchos más nos unimos detrás. En la misma posición. Arrodillados. Un ejército de almas irredentas y pacíficas desafiando a la violencia. Con las manos alzadas. «Estas son nuestras armas», les gritábamos. Desde lo más profundo del alma. Con lágrimas en los ojos por lo emocionante e increíble de lograr por unos instantes vencer a la bestia. De ver a Goliat retrocediendo ante David. Vencido por unas armas mucho más contundentes que las suyas. Las del sentido común. Las de la razón.

El milagro no siempre ocurre. A veces esa estampida no se detiene y no sirve de nada responder con tamaño ejemplo de pacifismo, ante la sinrazón. Y los porrazos llegan igual. Pero en esa ocasión no fue así. Y se dieron la vuelta. Y volvimos a Neptuno. Y esta vez nos sentamos. Frente a las vallas. Con la cabeza alta. Mirando de frente a la hilera de policías que nos cercaban a escasos metros. Rodeados de esas sirenas mudas de un azul intenso que infunde temor a cada destello. Y al fondo el Congreso. Y de nuevo, vencimos al miedo.  Y cantamos juntos «El pueblo unido, jamás será vencido». Porque si

Represión
Represión

algo tengo claro es que no nos vencieron. Que el Gobierno no solo perdió otra batalla el 25S sino que sumó, fruto de su brutal represión,  mucha más indignación y muchos más activistas a nuestra lucha por una democracia nueva y mejor. A nuestra lucha por un futuro mejor. A nuestra lucha por un mundo mejor.

Y una tímida galerna llegó entonces a Madrid…Como en el libro de Blas de Otero…Viento y algunas gotas de lluvia. Solo el preludio de algo mucho mayor que está en camino…De la gran galerna que llegará…Nada pasa porque sí…

Después, poco a poco, nos fuimos marchando.

Indignados por toda la represión y la violencia presenciadas. Por sentir una vez más que no se está escuchando nuestro mensaje. O lo que es peor. Que no se quiere escuchar…   Y también satisfechos por el deber cumplido. Porque eso es simplemente lo que hicimos. Ni más ni menos. Simplemente lo que debíamos.

Y pensando en que esto no ha hecho nada más que empezar. Y en que “RODEA EL CONGRESO” solo ha sido un paso más de un largo camino que ha de llevarnos, lucha y constancia mediante, a una sociedad mejor en la que vivir y a un mundo mejor en el que educar a nuestros hijos. No cabe otra alternativa. No la contemplamos.

Caminando hasta Sol. Es cerca de medianoche. Allí continúan las asambleas.No te rindas... Sigue lloviznando. Metro hasta la intermodal de Avenida América. Autobús de madrugada hasta Bilbao. Juntos. Agotados. Hay una huelga general esperando. La lucha continúa. Aquí y allí. Ni un paso atrás. Hoy me siento orgulloso de todos los que no se callan; de los que se implican; de los que buscan lo mejor para todos, además de para sí mismos. Hoy me siento orgulloso de todos ustedes; camaradas…

Un abrazo enorme y buenos vientos.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
× ¿Cómo puedo ayudarte?