Lleva esta cabecita inquieta mía (a cada cual le toca llevar una cruz a cuestas) , rumiando desde hace un tiempo sobre algo que acontece en mi vida. Y que seguramente habrá acontecido o acontecerá en las vuestras. Porque esto va por barrios y como dice un amigo mío, moteros solo hay de dos clases: los que se han caído y los que se van a caer. Mi amiga Esther de Barcelona lo llama fuegos artificiales, otros lo llaman mariposas en el estómago… Yo no sé muy bien lo que es… Pero sí sé lo que me hace sentir. Porque me zarandea a su antojo. A su entera voluntad. Como una fuerza mayor que a uno lo somete y subyuga quiera o no quiera…
Así que en esas andaba. Masticando. Mediando en mi batalla interior (como
![quadro_azul_matematica_formulas_garoto[1]](http://cesarfernandezrollan.com/wp-content/uploads/2013/12/quadro_azul_matematica_formulas_garoto1-300x186.jpg)
tantas otras veces) entre las emociones y las matemáticas. E intentando firmar un armisticio entre lo que me dice la razón y lo que me exige el corazón. Porque a veces uno, iluso de sí, va creyendo con el paso del tiempo que por más perro, más viejo, y hasta más diablo, sabe un poco de cuatro cosas. Y es justo entonces cuando llega de repente algo a tu vida que te vuelve a recordar que no. Que no todo está bajo control. Algo que pone patas arriba todos los ‘dos más dos cuatro’ a los que intentamos asirnos para seguir caminando en la certidumbre . Como la ráfaga de viento de otoño caprichosa e imprevisible que vuela el montón de hojas secas perfectamente apiladas contra la acera. Desordenándolas todas y proyectándolas a su antojo en mil direcciones distintas. Locas. Como con las emociones. Certezas al pairo. Matemáticas al garete.
Esas mismas que a veces sí, he de reconocerlo, a veces nos salvan. Pero que otras tantas nos aburren. Por perfectas e inapelables. Que nos sumen (a mí al menos) en el tedio por exactas e indiscutibles.
Pero he ahí que llega ese algo y rompe todas las reglas de tres. Porque uno

nunca sabe (ni sabrá) qué mecanismos rigen en ciertos actos irracionales en los que se impone la pasión al raciocinio. Pero un día aparece alguien, doblando una esquina, en unvagón del metro, en un pupitre cercano de la biblioteca o en la cola de un supermercado…Y sin saber cómo ni por qué e incluso contra tu propia voluntad o rompiendo todas tus planificaciones del futuro…Llega…Y revuelve tu montón de hojas secas y perfectamente ordenadas y quietecitas (que para una vez…) y las esparce por los aires. Llenándolas de vida. De puro y apasionante descontrol. De ciento volando.
Y quizás haya quien en este tipo de casos, tenga la capacidad de gestionar toda esa química y de tenerla bajo control. Gente de pájaro en mano a quien unos días envidio y otros compadezco. A partes iguales. Que se cuidan muy mucho de mojarse bajo la tormenta que te coge por sorpresa. De la caída libre. Pero que por contra se pierden el aroma de la senda mojada cuando llega la lluvia…Y la adrenalina cuando saltas del avión pensando en que quizás… El paracaídas… Vaya usted a saber…Estas cosas fallan a veces…Tiras de la cuerdecita y … Todos esos no se mojan; ni se estrellan…Pero… ¿acaso la existencia no es un juego de acierto-error?
Porque yo entiendo la vida igual que ese libro con las páginas en blanco. Por escribir. Esperando las elecciones que las vayan dotando de contenido. Y donde cada cual vamos avanzando a trompicones como buenamente podemos y sabemos. Metidos hasta las trancas en ciertas historias y de puntillas por otras. Pasando de largo por unas puertas, eligiendo la seguridad y la certeza o deteniéndonos ante otras para asumir el riesgo de lo que espere detrás con lo bueno y con lo agrio… Poesía o matemática. Ustedes eligen…
Porque conmigo lo tenéis a huevo. Canto a la legua. Cada cual tiene su cruz y carga su mochila. Yo tengo perdidas de antemano ciertas guerras. Cero en matemáticas. Uno, ya me conocen, es de puras. Purísimas. Letras…