Por cuestiones de espacio y con el visto bueno de un servidor como autor de la carta EL CORREO,
como el resto de periódicos, estracta las cartas que remitimos. Cuelgo en este caso la carta
completa y la publicada en la edición en papel. Vaya dedicada a todos quienes defienden la
razón y las ideas solo y exclusivamente desde la palabra. Única arma legítima para la lucha.

«Yo no he sido especialmente activista de ningún movimiento. Los jóvenes de mi generación fuimos criados en la comodidad y en una sociedad que nos formó en valores poco sólidos y de dudosa corrección moral. Vive rápido, muere deprisa y deja un bello cadáver. Individualismo y hedonismo a la enésima potencia.Todo lo social; el compromiso con una idea o proyecto que fuera más allá del cuello de nuestras camisas nos resbalaba.
Solo que en nuestro caso eso fue más imperdonable aún. Nosotros no vivíamos en una sociedad cualquiera. Vivíamos en la vasca. Una sociedad afectada e infectada por el odio y la violencia. No hablo de la de los titulares de prensa o la contada a kilómetros de distancia. Hablo de la de verdad. De la que se siente según sales del portal de casa. De la que se respira. De la que marca a fuego y duele en lo más hondo. La de ir a comprar el pan y la de la discusión en la cuadrilla. La de las fiestas populares o la universidad. La del pleno del ayuntamiento del pueblo o la del poteo por el Casco. La de las familias destrozadas. La de una convivencia herida y envenenada. Y en el mejor de los casos, quienes teníamos inquietudes o preocupación vagábamos perdidos sin saber cómo canalizarlas. La política no era una opción. Eso también olía a chusco y a poco limpio (el tiempo en eso nos dio la razón).
A pesar de todo, tan harto como sajado, un servidor salió a la calle cada vez que la violencia arreciaba. Sin mirar nunca si quien la ejercía era uno u otro. Qué más da ETA, que GAL, GRAPO, que violencia de Estado. Qué más da Euskadi, que Irak, Palestina, o calabozo…Cuando todo es destructivo, fruto del odio y del no respeto a los derechos humanos. Por eso me acerqué a Gesto Por la Paz. Sentía que tenía que hacer algo más. Gritar. Decir que NO. Quería. Debía. Al principio con ese miedo irracional que toda esta telaraña de terror cotidiano me había incrustado en las entrañas. Con la boca pequeña. Luego cada vez más orgulloso y convencido. Por sentirme parte de un movimiento que venciendo a ese miedo supo posicionarse desde el minuto uno y jugándose el tipo a favor de la razón. De la paz en mayúsculas y sin siglas ni servidumbres.
Por eso quería DAROS LAS GRACIAS. Por estar ahí frente a toda violencia. Porque en esos valores que habéis defendido todos estos años serán en los que trataré de educar a mis hijos y espero que ellos a los suyos. Y esa será la semilla que habréis dejado. Y estará ahí, ad eternum.
Siempre y para los restos mi sombrero quitado ante vosotros y vosotras. Mila esker bihotz bihotzez»