LA DESUNIÓN HACE LA FUERZA
Sí, sí. No me he equivocado. La desunión hace la fuerza. La desunión hace más fuerte y otorga mayor poder al oponente. Al modelo contra el que luchamos. Da alas a esta forma de gobierno y de falsa democracia que gobierna servil y sumisa a los poderes económicos mientras hunde en la miseria presente y futura a los más débiles; a las personas…
Hoy ha quedado patente una vez más. Encarnada la desunión por unos

sindicatos (me da igual siglas) que ni siquiera en este contexto social de emergencia y de excepción en el que vivimos, son capaces de sumar fuerzas para defender unos denominadores comunes a todos y todas. Que hoy han vuelto a retratarse. Que hoy han vuelto a mostrar simplemente que no están a la altura de la ciudadanía. Que no le llegan ni a la miserable suela del zapato. Que tampoco nos representan. Hoy menos que nunca.
Surrealista y vergonzoso lo de Euskadi hoy. Cada uno haciendo la guerra por su cuenta. Concentraciones en lugares y horas diferentes; si tú en Moyua yo en Gran Vía; si tú en Arriaga yo en Sagrado Corazón….Convocatorias en días diferentes; hoy tú; mañana yo; por aquí no que nos cruzamos; espera que sale más en la tele su pancarta que la mía, etc. Demencial.

No es de extrañar que sus movilizaciones sean cada vez menos secundadas por ciudadanos, comercios y empresas, lo cual, por cierto, también ha quedado muy patente hoy tanto en Bilbao centro como en los barrios. La gente tiene ojos en la cara y no es tonta aunque la tomen por tal. Ve lo que pasa. Ve que los sindicatos se pasan por el forro el clamor popular que les exige unidad en estos momentos críticos, por encima de sus intereses particulares o de sus enfrentamientos ideológicos; la gente ve que se anteponen sus intereses partidistas por encima de los de las personas. ¿Les suena esta frase de algo? ¿No es lo mismo que hacen los políticos? ¿O acaso es que los sindicatos son ya lo mismo? La gente está harta y decepcionada.
Sres y srtas sindicalistas:

Por encima de la lucha de siglas y de sus colores propios ha de estar la lucha por el bien común; contra este modelo injusto en el que los beneficios se repartieron entre banqueros y especuladores y las pérdidas se socializan a escote entre los débiles. Y por supuesto la lucha por los intereses de la clase trabajadora. No por los suyos. Déjense de sus rencillas de patio colegio y de ver quién la tiene más grande (la bandera) y céntrense en las personas. Con su actitud no hay nada que hacer. Y la gente lo tiene claro.
Pero no. Ellos no deben de estar enterándose de la película, no. Deben de seguir en su limbo de subvenciones públicas y de endogamia enfermiza. Todos. No se salva ni uno.
Habrá que decírselo más alto. Porque más claro no podemos. ¡Vergüenza!